EL DRUIDA
La pequeña barcaza quedó varada en la arena de la playa,
el sol se ocultaba y la noche no tardaría en caer. Saltó de la barca y la
arrastró tierra adentro, sacó su sable para cortar algunas ramas y esconder su
único medio de escape. Introdujo dentro de esta unas cuantas piedras pesadas,
así al subir la marea no se la llevaría mar adentro. Después recogió su espada
y una pequeña bandolera de tela, en ella llevaba todo lo que necesitaba para
enfrentarse a su enemigo, un par de bálsamos curativos para ella y el veneno
para él.
Deprisa se resguardó entre la maleza que había en la
ladera de la pequeña isla, rodeaba esta como si quisiera protegerla de los
invasores. Las ramas eran altas y las hojas grandes, duras, aserradas en sus bordes,
su color verde oscuro, ahora en la noche, parecía negro y un arma letal si
llegaban a cortarse con ellas.
Corrió hasta llegar a la mitad de la cima de la única
montaña que había en la isla. Ella sabía que las cuevas abundaban en ese lugar,
por eso debía tener mucho más cuidado, podrían convertirse en una trampa
mortal.
Al no escuchar a ningún animal, algo extraño, se quedó
parada, aguantando por un momento su agitada respiración. Su corazón palpitaba
con fuerza, alerta como estaba sintió una fría brisa a su espalda, se le erizó
el vello y las runas que llevaba a modo de brazalete en sus antebrazos, comenzaron
a emitir calor. Eso era señal de que él estaba cerca, podía sentir su
presencia, su maldad.
Se volvió con rapidez desenvainando su espada, pero no
había nada, ni siquiera una sombra que delatara su presencia. Tan solo podía
sentir el halo de su aliento, estaba segura que jugaría con ella, su caza no le
iba a ser fácil. Ahora era mejor buscar
un lugar donde pasar la noche, no tenía ninguna antorcha y estaba cansada para
luchar, pues había remado desde la isla de Tristán, hasta la isla Alexandra.
Encontró una cabaña deshabitada cerca de la ladera de la
montaña, la pequeña casa estaba adosada a la piedra. Dentro de esta había un
catre hecho con ramas y hojas de palmera, se tumbó encima de las hojas secas,
como almohada utilizó su bandolera y con la espada aferrada a su mano cerró los
ojos. Tenía que descansar, su estómago se quejó emitiendo un gruñido, tenía
hambre pero ya cazaría algo al amanecer. Apretó los párpados obligando así a llegar
el reparador sueño.
En lo alto de la montaña, coronando esta, se alzaba la
fortaleza de Wulfhar. Él esperaba la llegada del día, de pie junto a la gran
arcada de la habitación principal. Desde allí divisaba la isla, a través de los
ojos de las aves podía vislumbrar todo lo que le rodeaba. Ahora sabía que ella
dormía, Drako debía estar muy desesperado al enviar a Vinsnja para matarle. Rio
por la osadía del príncipe ¿A caso no sabía que él era el druida más oscuro y
letal que existía? Si creía que aquella guerrera conseguiría su cometido, en
verdad se había vuelto loco.
Wulfhar se envolvió en su gran capa negra y se hizo
viento. Apareciendo en la cabaña donde Vinsnja dormía. Apartó su capa hacia
atrás y cambió su apariencia, mostrando el rostro y el cuerpo de un joven y
atractivo guerrero, como era en realidad. Sonrió observando a la joven, sería
muy fácil llevarla hacia su muerte, ya que ella no le conocía. Así, sin dejar
de mirar a la muchacha se tumbó a su lado, esperando el amanecer.
Vinsnja arrugó la nariz, llegó hasta ella un olor diferente
al que al principio le rodeaba en la cabaña. Abrió los ojos y se encontró con
aquel hombre durmiendo plácidamente a su lado. Se puso en pie con rapidez, con
la espada en sus manos y apoyando la punta de esta en el pecho de aquel individuo,
le dio con la punta de su bota en pierna.
— ¡Despierta! —Le gritó.
Él se le quedó mirando, fingiendo sorpresa.
—Aparta tu espada mujer. —Habló con tranquilidad.
—Antes dime, ¿quién eres y qué haces aquí?
—Soy Tadej, me envía Drako. —Respondió sin dejar de
mirarla.
—Drako no dijo que enviaría a nadie…
— ¿A caso crees que tan solo confiaría en ti para cumplir
la misión? —Rio—. Que ingenua eres.
—Si es verdad lo que dices, debes de saber mi nombre y el
de mi madre.
El druida se le quedó mirando a los ojos leyendo su
mente. Durante unos segundos pudo ver en ella parte de su pasado. Vio a su madre
y a ella recogiendo el trigo, vestían con harapos, sin duda eran esclavas.
—Y ¿Bien? —Inquirió impaciente.
—Eres Vinsnja, hija de Tundra. Tú y tu madre eráis
esclavas de Svet. Él vendió a…
—No sigas, —le interrumpió, sabía quién era ella—.
Levántate. —Le ordenó envainado su espada.
Wulfhar se levantó despacio, sin duda era muy fácil
engañar a esa joven guerrera, lo que no entendía, es como Drako enviaba a esa
hermosa mujer a una muerte segura.
Ya de pie ante ella, Vinsnja se dio cuenta de lo grande
que era aquel hombre, sus fuertes brazos podrían partirla en dos si se lo
proponía. Tadej era muy atractivo y su aurea exhalaba poder.
Las runas de sus brazos no emitían ningún calor, estaban
frías como de costumbre. Al menos el peligro no era inminente en él. Sin decir
nada salió de la cabaña, el día estaba gris y amenazaba con llover, miró hacia el
frente y después a los lados comenzando a andar entre la espesura de los
árboles. Wulfhar la siguió durante un trecho, observando su cuerpo curvilíneo, sus
esbeltas piernas torneadas; para ser una guerrera no veía en ella músculos que
declararán su fuerza y entrenamiento, siguió con la vista hasta las caderas y
su estrecha cintura, la espalda recta; ya se había fijado en sus hermosos
pechos. En definitiva su cuerpo era el de una esclava destinada a dar placer a
su amo, no para defenderle en la lucha.
Aun así no bajaría la guardia por mucho
que le excitara aquel cabello rojizo y esos ojos verdes como lagos.
— ¿Sabes a dónde vas? —Le interrumpió su paso.
—Sí, voy a la fortaleza de Wulfhar —Respondió.
—Deberías alimentarte antes, los quejidos de tu estómago
se oyen hasta el otro lado de la isla.
—¿Para qué te ha enviado Drako? ¿Para asegurarse de que
me alimente?
—No, para protegerte.
—Drako sabe muy bien que no necesito ninguna protección.
Gané el torneo, superé todas las pruebas, además, mis runas me protegen mucho
mejor que cualquier arma.
—Seguro que eres muy fuerte y que tus runas te advierten
del peligro, pero piensa que te vas a enfrentar a un druida con grandes y
oscuros poderes. Los guerreros más poderosos se han enfrentado a él y han
muerto, algunos del modo más horrible que te puedas imaginar.
—Tadej, si es cierto que estás aquí para protegerme,
hazlo, pero no vas guarnecido como yo, —le enfrentó—, el que seas grande y
fuerte no significa nada, el druida puede acabar contigo, como has dicho.
— ¿Puedo saber cómo vas a acabar con él?
—No voy a revelarte como lo haré.
—Ya, si le encuentras creo que ni tus runas ni tu lucha
te ayudarían mucho; a pesar de las pócimas y el veneno que llevas en tu bolsa
me necesitas.
— ¡Cómo sabes….! ¿Has mirado mis cosas? —Le empujó en el
pecho con sus manos. Tadej no se inmutó.
—Me envía Drako ¿Recuerdas?
Vinsnja quedó
callada y pensativa. Su enfado iba en aumento mientras subía por delante de
Tadej la ladera de la montaña, hacia la fortaleza de Wulfhar.
Él miró hacia el cielo, juntó sus manos y sopló entre
ellas, después las abrió como si lanzara su aliento. En segundos el cielo se
oscureció y las nubes se tornaron aún más grises, el viento soplaba fuerte,
empujando estas y provocando una tormenta. Los rayos y truenos se hacían cada
vez más potentes, la lluvia comenzaba a caer con fuerza, pero todo esto no era
suficiente para que Vinsnja cediera en su empeño, continuaba andando contra el
viento y la lluvia. El druida volvió hacer lo mismo con sus manos, pero esta
vez las alzó con más fuerza haciendo que el agua cayera helada y el viento
empujara a la guerrera haciendo que tuviese que sujetarse a las rocas de la
montaña.
El aire ululaba entre las piedras y la lluvia era como
gotas de hielo, empapada se volvió hacia Tadej.
—Será mejor refugiarnos en una de las cuevas hasta que se
calme un poco la tormenta. —Le decía en voz alta.
Wulfhar no respondió, se limitó a sonreír y seguirla. Era
muy entretenido verla luchar contra la naturaleza, que él con sus poderes había
adulterado de algún modo. Un poco después ella se paró frente a la entrada de
una cueva, se giró para mirarle, como no le esperaba tan cerca de ella se
tropezó con su cuerpo. Él la sujetó por los brazos para que no cayera al suelo.
En ese momento Vinsnja se quedó mirando sus dorados ojos, por unos segundos
deseó que la abrazara y le diera el calor que Tadej desprendía a pesar del
frío. Confundida se separó de él y entró en la cueva.
—No parece muy profunda, —comentó ella mirando a su
alrededor—, si hay algún animal aquí dentro no será muy grande.
—No te fíes, un animal minúsculo puede llegar a
provocarte la muerte. —Advirtió él.
Vinsnja se sentó en una roca cerca de la entrada, se
soltó el pelo y comenzó a peinárselo con los dedos, de ese modo se le secaría
un poco. Si la cabeza dejaba de tener el pelo mojado y helado, su cuerpo
empezaría a templarse.
Con la melena casi seca por el viento, se sentó un poco más
adentro de la cueva, cerca de Wulfhar. Él tan solo se dedicaba a hacer figuras
en la arena con un pequeño palo que encontró entre unas piedras.
—Espero que no dure mucho este temporal. —Comentó ella
rompiendo el silencio.
El druida sabía la atracción que la muchacha sentía hacia
él, sonrió, era algo que utilizaría en contra de ella. El deseo no se puede
controlar y él se encargaría de aumentarlo.
—No conozco el clima de esta isla, quizá pueda estar así
días o incluso meses —Añadió él mirando hacia la entrada de la cueva.
— ¿Días? ¿Meses? Nada de eso, estoy segura de que esta
tormenta la ha creado Wulfhar, no quiere que me acerque.
—Entonces esto es solo un simple truco de magia, para
retenerte, —se tumbó en el suelo—, pues cuando acabe la tormenta me despiertas.
Wulfhar tiró el palo hacia el interior de la cueva, trazó
con el dedo unas curvas en la arena y chacó los dedos. Vinsnja se volvió para
mirarle y él, disimulando, se dio una palmada en la pierna, como si se quitara
un insecto de encima.
—Malditos bichos. —Le oyó murmurar.
Sin darle más importancia volvió a darle la espalada.
Aquel temporal no podía durar mucho, en cuanto amainara un poco continuaría con
su camino. Quería alejarse de Tadej, su presencia le atraía y eso la ponía
nerviosa.
Un rayo cayó cerca de la cueva y Vinsnja retrocedió
asustada por el impacto tan cercano, sin dejar de mirar al cielo se adentró en
la cueva y se sentó en una de las rocas. Se frotaba las manos por el frío, fue
entonces cuando las runas engarzadas en sus brazaletes comenzaron a calentarse,
ella se levantó alarmada y desenvainó su espada. El peligro estaba muy cerca,
un quejido hizo que se volviera deprisa en busca de Tadej. Pudo verle tumbado
como estaba en el suelo, rodeado de serpientes por todos lados, una de ellas la
más grande se enroscaba por su cuerpo llegando a su cuello. Ella comenzó a
quitarle las más pequeñas, partiéndolas por la mitad con el filo de su espada.
Golpeó la más grande partiendo parte de su largo cuerpo en dos, aflojando así
sus anillos. Con la espada en la mano ayudó a Tadej a soltarse de aquel inmundo
animal.
Wulfhar reguló su respiración agitada, aquella serpiente
casi le asfixia. Él tan solo quería acercarse a ella y que mejor manera de
hacerlo por agradecimiento.
— ¿Estás bien? —Le preguntaba ella ayudándole a sentarse.
—Sí, gracias, me has salvado la vida.
—Debería haberte advertido, no es bueno quedarse dormido
en una cueva sin explorarla antes. Tú tendrías que saberlo.
Vinsnja se quedó de nuevo mirando esos ojos dorados,
sintió calor en su cuerpo y no eran las runas. Él levantó una mano y la acercó
a su garganta deprisa, ella se hizo a un lado. Wulfhar había cogido una pequeña
serpiente que asomaba por el cuello de la joven.
—Vaya, creo que ahora estamos en paz. —Le dijo ella.
—No del todo, yo suelo cobrar mis favores. —Sonrió.
— ¿Qué favor? —Preguntó acercándose más a él.
—Salvarte de la mordedura de esa serpiente.
—Y ¿Cómo he de pagar ese favor? —Sonrió por primera vez.
Wulfhar se quedó mirando sus ojos verdes.
<<Si no fuese yo un druida, bien podría dejar que
me embrujaran estos ojos>> Pensaba mientras envolvía su mano en un largo
mechón pelirrojo. Vinsnja creía que su corazón se saldría del pecho, nunca
había sentido nada parecido ante un hombre, pero Tadej le hacía sentir como
huracán recorrer su cuerpo.
Wulfhar tiro despacio del mechón de cabello y la acercó
más a él. Podía escuchar el martilleo de su corazón, aquella guerrera estaba
dispuesta a pagar. Rozó sus labios con los de ella. Vinsnja apenas podía
respirar, por eso al sentir aquellos labios cerca de los suyos exhaló un
suspiro. Aquello era la señal que él necesitaba y tomó su boca, abrazándola
contra su pecho, quedando así encima de él.
Esa guerrera sabía a vida, su boca respondía a sus besos
exigentes y apasionados, el druida gruño de placer a sentir su lengua jugar con
la suya. Comenzó con la danza de sus manos, acariciando el cuerpo de Vinsnja,
arrancándole suspiros allí donde se demoraran sus dedos. Ella no sabía como
pero es un momento yacían desnudos, tumbados en la piedra de la cueva. Tenía el
cuerpo inflamado por el placer que suponía la excitación de sus besos y
caricias. Jadeó cuando Wulfhar comenzó a lamer sus pechos, sorbiendo de sus
pezones hasta hacerla enloquecer, sus manos y su boca hacían magia con su cuerpo.
Casi gritó al sentir su lengua jugar con su inflamado clítoris, elevando su
cuerpo cada vez que él tomaba la tierna carne de su feminidad, hasta hacerla
llegar al éxtasis entre jadeos y respiraciones agitadas. Él sentía palpitar la
sangre, endureciendo mucho más su falo, necesitaba penetrarla y bombear su
cuerpo hasta derramarse dentro de ella. Puso una de sus manos bajo el trasero
de ella y la alzó dejándola expuesta a su miembro y, sin previo aviso la
penetró de una embestida. Ella se estremeció ante aquella invasión, se abrazó a
él emitiendo un quejido de dolor. Al escucharlo Wulfhar se quedó quieto,
aquella guerrera era virgen, debía darle tiempo y siguió inmóvil besando con
ternura sus labios, su cuello. Quería ser cruel con ella, pero hacía mucho
tiempo que no poseía a una mujer, se dejó llevar por el momento y dedicarse a
sentir solo el placer que ella le daba.
Vinsnja sentía como su vagina se dilataba adaptándose al
grosor que la invadía, comenzando a sentir algo en sus entrañas, le sentía
palpitar en su interior y eso la excitaba de nuevo.
—Tadej. —Susurró su nombre arqueándose contra él.
—Lo sé, yo también lo necesito.
Wulfhar comenzó a moverse, despacio al principio, hasta
que ella le rodeo las caderas con sus piernas, entonces su ritmo se hizo más
rápido, penetrándola una y otra vez hasta que quedo dentro de ella cuando
Vinsnja se arqueó contra él, jadeando sus cuerpos empezaron a moverse
desordenadamente, obteniendo el placer que se daban mutuamente. Ella emitió un
grito ahogado por los besos de él, quien se puso tenso, dentro de ella y
derramándose en su interior la apretó contra él abrazando su cuerpo. Sus
respiraciones se entremezclaban jadeantes. Así, besándose mientras se
relajaban, el sol hizo su aparición, dejando entrar en la cueva los tímidos
rayos de luz.
Wulfhar se quedó mirando su rostro, era lo más hermoso
que había hecho y sentido en muchos años. Esa guerrera tenía el poder de sacar
de él lo que escondía muy en el fondo de su interior.
Vinsnja acariciaba la espalda de Tadej, admirando su
musculatura mientras le besaba por el cuello. Jadeó cuando él salió de su
interior, sintiendo como un líquido espeso le mojaba la parte interior de sus
muslos, se incorporó un poco para mirase y vio sangre, él también se dio
cuenta, ya que su falo estaba manchado de su virginidad.
—La próxima vez no sangrarás. —Le dijo mirándola serio—.
Deberías haberme dicho que eras virgen, habría sido más cuidadoso.
—Quizá no quería que lo fueras, —sonrió—, algunas mujeres
de la isla decían que la primera vez siempre era muy dolorosa y que no se
obtenía ningún placer. Creo que están muy equivocadas.
—O sus amantes era inexpertos, a muchos hombres no les
importa si la mujer llega a sentir placer.
— ¿Por qué ha sucedido esto? —Preguntó ella sin más.
—Por la atracción que sentimos mutuamente, —respondió
sonriendo—, me deseabas, al igual que yo a ti. —Beso sus labios acariciando sus
piernas.
—Tadej, no creo que pueda hacerlo otra vez —Decía entre
sus besos.
—Seré suave, muy suave, lo prometo.
Pasadas una horas y después de bañarse en un pequeño
arroyo cercano, continuaron el camino hacia la fortaleza del druida. Al llegar
a la cima de la montaña vislumbraron las murallas que protegían el castillo de
Wulfhar. Vinsnja sintió que las runas
comenzaban a calentarse de nuevo. El peligro era inminente, sentía que el
druida estaba cerca.
—Tadej, debemos separarnos, tu entra por debajo del puente,
yo subiré por la muralla. —Planeó ella.
—¿Estás segura?
—Sí, sé que solo me espera a mí, tú eres mi segunda
opción.
—Estaré cerca. —La abrazó besándola.
—Ten cuidado, quiero regresar a tu lado. —Confesó
Vinsnja.
Wulfhar se separó de ella y corrió hacia el otro lado de
su castillo. De la nada apareció su capa y se envolvió en ella regresando así a
sus aposentos.
La fortaleza estaba protegida por su magia, la guerrera
no podría escalar sus muros, en cuanto tocara con sus manos las piedras altas
de la muralla miles de cuchillas cortarían sus manos dejando caer su cuerpo en
el abismo que él había dispuesto. Pero esto no ocurriría si él deshacía ese hechizo.
<<No tengo ningún motivo para retirar mi protección,
ella viene a matarme>> Pensaba mientras en su mente revivía una y otra
vez las horas transcurridas entre sus brazos. <<Pero, ¿qué haría Vinsnja
si supiera quién es Tadej en realidad? Intentará acabar conmigo de todos
modos>> Se decía mientras su cuerpo reaccionaba al recuerdo de su intimas
caricias. Negó con la cabeza, estaba escrito, el odio hacia él era lo único que
ella sentía. Debía acabar con Vinsnja. Algo en su interior se lo repetía
constantemente, pero decidió dejar que se acercara lo suficiente y retiró el
hechizo de las murallas.
La joven guerrera escalaba con cuidado las piedras
resbaladizas, al llegar cerca de uno de los salientes se alzó con fuerza y
saltó al interior de la fortaleza. Observó aquel lugar por unos momentos,
comprobando que estaba sola, Tadej no daba señales de vida. Con la espada en la
mano entró al interior del castillo, los portones se abrieron con facilidad,
algo que a ella no le gustó. Ya dentro se dedicó a buscar algún centinela que
pudiera dar aviso. Pero no había nadie, aquel lugar estaba abandonado.
Wulfhar al sentirla cada vez más cerca quiso verla,
acercándose así a una pila de piedra llena de agua, paso la mano por encima.
—Muéstremela. —Exigió.
El agua tembló por unos instantes y después dejo ver
nítidamente a la guerrera. Ella se movía por el interior del castillo, su larga
melena caía por su espalda, su rostro seguía siendo dulce. Se concentró en
escuchar sus pensamientos.
<<Tengo que encontrarte Wulfhar, he de acabar
contigo. ¿Dónde estará Tadej?>> Vinsnja sonrió al pensar en él, aquel
hombre la había enamorado <<Sé que él es mi compañero, no podría negarlo,
después de hacer el amor con él, no cabe duda de que es mi hombre>>
Pensaba.
Aquellos pensamientos hicieron enfurecer más al druida,
esa estúpida guerrera se había enamorado de un hombre que en realidad no
existía. Wulfhar sabía que poseerla le daba más poder, ella debía saber quién
era Tadej en realidad, tenía que hacerle ver que amaba al druida, la
convencería de algún modo. Además, estaba seguro de que si Drako no tenía
noticias de su regreso, él mismo iría a matarle y eso era mucho más apetecible.
Wulfhar se envolvió en su capa y apareció en el salón, desdoblándose justo
detrás de ella.
—Muchacha, ¿dónde estabas? —Inquirió él sorprendiéndola.
— ¡Tadej! —Le miró—. ¿De dónde has salido?
—De detrás de esas puertas. —Respondió.
—Las runas están muy calientes, Wulfhar debe de estar
aquí, en este mismo salón. —Susurró.
—No te separes de mí, si luchamos juntos podremos acabar
con él.
Vinsnja asintió. Tadej con su espada en la mano se lanzó
contra una gran sombra que amenazaba la vida de ella. Varias dagas salieron
lanzadas hacia ellos, cortando por varios sitios en sus cuerpos, dos de las
dagas se clavaron en una de las piernas de Tadej. Ellos se ocultaron detrás de
unos altos sillones, con el respaldo de gruesa madera. Podían oír como las
dagas se clavaban en el tablón del respaldo. Esperaron unos momentos hasta que
dejaron de escuchar el silbido de las dagas cortando el aire, dispuestas a
clavarse en ellos. Vinsnja vio cómo se quitaba las dagas hundidas en su pierna,
la sangre comenzaba a manar de las heridas.
—Si pierdes mucha sangre te debilitarás y no podrás
luchar. —Le decía ella preocupada.
—Estoy bien, hace falta mucho más para acabar conmigo,
ahora cuando te lo diga corres hacia la derecha, yo lo haré por la izquierda.
—Ella asintió.
Tadej le dio la
señal para levantarse y salir de aquel lugar. Mientras corría por el otro lado
de la gran mesa, el druida se puso delante de él y desenvainado una gran espada
atravesó el pecho del guerrero, elevando su cuerpo trinchado en el acero de su
espada le lanzó contra la pared.
Vinsnja al ver aquello, se abalanzó gritando de rabia contra
Wulfhar. Él la evitó con un rápido movimiento, haciendo que ella cayera al
suelo, cerca de Tadej.
Al ver que aun respiraba se acercó a él y soltando la
espada le abrazó llorando.
—Vinsnja… —Su respiración era entre cortada—, mi guerrera…
—Exhaló su último suspiro.
— ¡Tú no deberías morir! —Besó sus fríos labios.
Entonces el cuerpo de Tadej se deshizo entre sus brazos,
asombrada se puso en pie con la espada en las manos, en sus ojos se podía ver
el odio que llenaba su mente haciendo de ella un ser irracional, con un solo pensamiento;
acabar con el druida y vengar la muerte de Tadej. Sin pensarlo se lanzó contra
Wulfhar, sus espadas chocaban una contra la otra en cada estocada. Ella era muy
rápida, pero él podía leer su pensamiento, así sabía su próximo movimiento.
— ¿Esto es todo lo que sabes hacer? —Se mofó él de su
lucha.
Wulfhar se desvanecía y aparecía constantemente ante ella.
— ¡Por qué no luchas como un hombre! —Le gritó—.
Enfréntate a mí sin la magia.
—Cómo desees mi dulce guerrera —Rio quedando ante ella,
mostrando de nuevo a Tadej.
—Deja su presencia en paz, ¡maldito druida! No podrás
engañarme —Le atacó de nuevo.
Wulfhar se defendió de esa estocada, mientras le
recordaba algunas de las palabras que él le había dicho horas antes en la
cueva.
—Perder tu virginidad te ha debilitado y me ha dado poder
a mí. —Ella le miró furiosa.
—Nos has observado. —Le increpó—. Espero que hayas
aprendido algo de ese hombre.
—<<Sé que él es mi compañero, no podría negarlo,
después de hacer el amor con él, no cabe duda de que es mi hombre>> —El
druida le recordó sus pensamientos mientras esquivaba otra de sus mortales
estocadas.
—Hijo de un chacal, —le insultó—. Deja su apariencia.
Cansado de ver como ella se agotaba, soltó su espada y se
acercó a Vinsnja desalmado.
—Soy Wulfhar, el mismo que te ha arrebatado la virginidad
y tu alma, —sonrió—. Tadej era una farsa.
— ¡No, no puede ser! Intentas engañarme. —Retrocedió unos
pasos.
—Ya lo hice, ya te engañé, —vio en sus ojos la
incredulidad—. Soy tu hombre, por mucho que me odies ahora, créeme, deseo que
tú seas mi mujer, quédate conmigo.
Vinsnja enfurecida por sus palabras cargó contra él con
la espada y atravesó su pecho, quedando así pegada al cuerpo de druida. La
sangre comenzaba a empaparle las manos, ella le miró a los ojos, sus dorados
ojos. Él posó sus manos alrededor de su rostro y la besó en los labios. Ella se
quedó muy quieta, sus besos eran los mismos que los de Tadej, el tacto de sus
manos, su olor. Sacó la espada clavada en el pecho de él y se abrazó a su
cuerpo; lloraba, le había matado. La respiración agitada se hizo notar en el
druida.
—Mi dulce valkiria, me mata tu dolor y no debería ser
así, deseo que te alejes… ve a dar la buena nueva a Drako, dile que acabaste
conmigo… —sonrió con una mueca de dolor—, dile que me arrancaste el corazón. —Jadeó
cortando su respiración.
— ¡Basta! —Exclamó separándose de él—. No dejaré que
mueras.
Buscó entre los muebles caídos su bandolera, la halló
cerca de la chimenea. Sacó de su interior los bálsamos curativos y corrió hasta
el druida. Wulfhar había caído al suelo, Vinsnja le tumbó boca arriba y limpió
la sangre que no dejaba de manar de su pecho, nerviosa abrió las pequeñas
redomas y vertió el líquido en la herida, ahora solo tenía que esperar.
—Sanarás, —le decía apoyando la cabeza de él en sus
piernas—. ¡Vamos! ¡Respira! —Exclamaba entre lágrimas, pero su pecho no se
elevaba, el aire no entraba en sus pulmones, desesperada le golpeó el pecho con
el puño—. ¡Respira, respira! Maldito brujo. —Gritó abrazando su rostro contra
su pecho.
Wulfhar no reaccionaba, los bálsamos no hacían en él
ningún efecto.
De repente sus runas comenzaron a emitir calor,
confundida miró a su alrededor. Dejó la cabeza de Wulfhar con cuidado en el
suelo y cogió la espada del druida. De pie junto al cuerpo de él, se puso en
posición de ataque. El calor de las runas casi le quemaba la piel, buscó con la
mirada por el salón.
¿Qué era lo que se acercaba, si yacía a su lado sin vida
el mayor peligro que moraba en aquel lugar? Vinsnja miró sus manos aun
manchadas con la sangre de Wulfhar.
Las runas comenzaron a vibrar, algo que nunca ella había
sentido, sin duda lo que se aproximaba era mucho más maligno que el druida.
Unos minutos después la respuesta la tenía ante sus ojos.
Drako entraba en el salón del castillo acompañado por sus mejores soldados.
Vinsnja sorprendida y alterada, se le quedó mirando. Era
él sin duda, llevaba puesta su armadura y el escudo en su pecho con la inicial
de su nombre grabada en oro. Desconfiada no bajó la guardia, sus runas seguían calientes
y vibrando.
—Vinsnja, veo que has terminado con él. —Mientras hablaba
se acercaba hasta ella—. Baja la espada, ya has acabado con tu deber. —Sonrió.
—Aún hay peligro aquí. —Le advirtió.
—Te equivocas, tengo a mis mejores hombres apostados en las
murallas y aquí con nosotros para protegernos, créeme que ya no hay nada que
pueda hacerte daño. Baja la espada y entrégamela, —ella no cedía ni siquiera
titubeaba ante la orden del príncipe—. ¡Obedece! —Le gritó este.
Vinsnja al ver que los soldados los rodeaban, bajó la
espada hasta tocar con la punta de la hoja el suelo de piedra. Drako sonrió y
extendió la mano, quería la espada, sabía que era de Wulfhar. Ella se la
entregó, no podía desobedecer a su señor por mucho que sus runas siguieran
advirtiéndola de aquel salvaje peligro que les acechaba.
— ¡Por fin! —Exclamaba Drako eufórico, con la espada en
sus manos—. Ahora el poder será mío, —las carcajadas retumbaban en todo el
salón—. Ya nada ni nadie podrá vencerme —se acercó a ella y abrazándola por la
cintura la beso fuerte en los labios—. Gracias mujer, sabía que tus encantos
acabarían destrozando a Wulfhar y derribaría sus defensas. —Rio—, te
convertiste en su debilidad, —la apretó más contra su pecho—. Te recompensaré,
esta noche serás mi esclava del placer. —Diciendo esto la besó de nuevo
hiriendo sus labios.
—Me prometiste la libertad a cambio de acabar con el
druida, —miró apenada el cuerpo de Wulfhar—. Cumple tu palabra.
—¡Tú, una simple esclava no me dirás lo que debo hacer! —Golpeó
el rostro de ella con la mano abierta—. Ve a lavarte para tu señor y espérame
en los aposentos de este jodido brujo. —Diciendo esto dio una fuerte patada en
el costado de Wulfhar.
Vinsnja se levantó limpiándose la sangre que manaba de su
labio, abierto en un corte por el golpe recibido. Intentó acercarse al druida,
pero uno de los soldados se lo impidió.
— ¿Qué es lo que pretendes? —Inquirió Drako.
—Tan solo quería recoger un poco de bálsamo curativo y…
—¿Le pusiste el bálsamo a esto, en el pecho? —Reía de
nuevo mirando el cuerpo sin vida a sus pies—. No dejas de asombrarme mi amor,
no es bálsamo sino veneno, el más mortífero que se conoce, extraído de los
colmillos de la cobra real, —se mofó—, ve y prepárate para mí, no quiero esperar
a la noche. —Le dijo entre dientes, cerca de sus labios—, acompañadla hasta los
aposentos principales y cerrad bien las puertas, ella sabe lo que tiene que
hacer. —Ordenó a tres de sus mejores
hombres—. Vosotros sacad de aquí a este inmundo incauto, preparad la pira, le
quemaremos, así no tendré que seguir oliendo la pestilencia de su pútrido
corazón, —se carcajeó—, pero sino tiene corazón, se lo arrancaste tú, —reía
cínicamente señalando con el dedo a Vinsnja—. Acabemos cuanto antes, después de
follarla tenemos que quemar toda la isla, con esta espada ganaremos todas las
batallas, seré el rey, esclavizaré a todos, quitaré la vida a quien no me
obedezca… Sí… El poder es mío.
La maldad se reflejó en sus ojos y las runas de los
brazaletes de Vinsnja vibraron mucho más fuerte.
Los soldados de Drako empujaron a la guerrera hacia el
interior de la habitación, cayó al suelo y se golpeó la cabeza contra el pavimento
de piedra por el fuerte empujón. Oyó como cerraban las puertas de la habitación
asegurándolas con el travesaño de madera. Se levantó del suelo, dio una vuelta
sobre sí misma, observando la gran habitación, la chimenea estaba apagada, aun
lado estaba la cama, la cual parecía que levitaba a pesar de estar sujeta en el
piso por cuatro mástiles de ébano que se hundían en el suelo de piedra. En el
centro de la estancia se encontraba una pila de mármol, se acercó a ella y vio
que estaba llena de agua, su imagen se reflejaba en el líquido y al ver que
estaba limpia, sumergió sus manos sucias, llenas de sangre del druida, limpió
su rostro y dejó resbalar el agua fría por su pecho y los brazos, las runas
exhalaron vapor de agua por el calor que emitían, ella las sentía calientes,
pero no llegaban a quemarle la piel. Pasó sus manos por su cara y separó el
cabello hacia atrás con los ojos cerrados. Al volver a abrirlos su imagen se
reflejó de nuevo en el agua, pero esta comenzó a vibrar y a oscurecerse hasta
dejar ver el rostro de Wulfhar. Vinsnja pensó que era causado por sus
recuerdos, pero se sorprendió al ver como la imagen sonreía.
—Por fin estás aquí. —Habló el reflejo.
—Estás muerto, yo acabé contigo. —Le decía mientras sus
ojos verdes se llenaban de lágrimas.
—Sí, tú, mi dulce guerrera, eres mi asesina, —sonrió—,
eso ya no tiene arreglo. Drako llegará en unos minutos…
—Lucharé, no dejaré que me toque. —Le interrumpió.
—Escucha, Drako no tiene todo mi poder, tan solo una
pequeña parte, el gran poder te lo di a ti, —ella enarcó una ceja—. No, no es
cómo crees, no está en tus entrañas, eso sucederá más adelante, te di mi poder
en el último beso, debes utilizarlo con sabiduría, solo así podrás sobrevivir a
lo que acontecerá. El príncipe no debe tomarte, no dejes que derrame su semilla
en ti, pero no puedes luchar en su contra, tan solo cuando tu mano toque el
báculo, llegará tu victoria.
— ¿Qué báculo? ¿Dónde puedo encontrarlo? —Preguntaba
mirando a su alrededor.
—Mi querida asesina, todo en su momento…
La imagen comenzó a desvanecerse y ella agitó el agua.
—¡No puedes irte, necesito tu ayuda! —Pero tan solo le
hablaba al agua que ahora estaba roja al lavarse en ella la sangre de sus manos.
Las puertas de la habitación se abrieron de golpe
precediendo a Drako. Este entró en los aposentos, se había quitado la armadura,
tan solo una fina camisa y las calzas cubrían su musculoso cuerpo. La mirada de
sus ojos grises era fría como el hielo. Los soldados cerraron las puertas de
nuevo, el príncipe se acercó a ella, no le hablaba, tan solo se dedicaba a
mirarla mientras daba una vuelta alrededor de su persona.
Las voces y el ruido en el patio principal llamaron la
atención de Vinsnja. Esta se giró y miró hacia la gran arcada.
—Ve, mira como tu amado druida se convierte en cenizas.
—Le dijo satisfecho.
—No era mi amado. —Espetó acercándose a la arcada.
Los hombres de Drako habían reunido en una gran pira de ramas
secas y hojas para quemar el cuerpo de Wulfhar, el cual lanzaron contra las ramas,
quedando doblado hacia un lado. Los soldados le pusieron recto encima de la
pira, ella pudo ver cómo le arrancaban algunas ramas que se habían clavado en
el brazo y el pecho del druida. Ante aquello su respiración se agitó, todo eso
ocurría por su odio, esa sensación la debilitaba, solo las runas le daban
fuerza para sostenerse en pie.
—No te sulfures, ya no sufre ni padece, algo que me
gustaría que ocurriese. —Le dijo Drako apartándola de la arcada y cogiéndola de
las manos.
Vinsnja retiró las manos de inmediato.
—Me gustaría que esto fuese un encuentro amoroso, se
dócil, no lo conviertas en una cruel violación. Eres mi esclava y debes
obedecerme. —Le recordó.
—No quiero resistirme a ti, mi señor, dices que quieres
un encuentro amoroso, te pido tiempo, estoy alterada por la lucha y los
acontecimientos, necesito relajarme, —sonrió tenuemente—, no os decepcionaré.
—Te daré eso que me pides, como anticipo a tu premio por
haber acabado con ese estúpido de Wulfhar.
Vinsnja se sentó en la cama e invitó a hacer lo mismo a
Drako. Este no titubeó y se sentó a su lado.
—Decidme mi señor ¿Por qué le odias tanto? Tiene que
haber algo más, no creo que tan solo sea por el daño que ocasionó a vuestro
padre, eso procuró que os alzarais en el trono.
—Es cierto, heredé el trono, pero como príncipe no como
rey, —la miró sonriendo—, si te cuento toda la historia, después de poseerte
tendré que matarte.
—Soy vuestra esclava, podéis acabar con mi vida cuando os
plazca. —Resolvió ella, dando así más confianza a Drako.
—Mi padre en su lecho de muerte confesó su mayor secreto.
Odio a Wulfhar con todas mis fuerzas desde que supe quién era en realidad,
—alzó la mano y acarició los largos y suaves cabellos de la guerrera, después
continuó hablando—. Todos saben que soy bastardo, mi padre me engendró cuando
invadió nuestra isla Tristán, mi madre era una de las nativas, murió al darme a
luz. Bojan, mi padre ya estaba unido a otra mujer, ella estaba esperando un
hijo suyo. Wulfhar nacía cuando los soldados me dejaron junto a los otros dos
bastardos de mi padre. Mamé de los pechos de una nodriza que daba de mamar a
los otros niños. El rey iba a visitarnos una vez a la semana, hasta que
cumplimos los cinco años. Fue cuando nos mandó educar en la lucha. Nos hacía
pelear entre nosotros, el vencedor comía, el vencido era castigado una semana
sin comer. Cómo puedes comprobar fui el mejor de los tres, acabé con ellos en
la lucha cuerpo a cuerpo. Bojan ordenó que me llevaran al castillo cuando
cumplí los quince años. Fue cuando conocí a mi hermanastro. Él era menor que
yo, tan solo un día de diferencia, eso no era nada, pero Wulfhar nació de la
hija de un druida. Él gobernaba la Isla Alexandra. Eso le daba mucho poder a mi
padre, pues cuando el progenitor de su esposa falleciera heredaría la isla y
todo lo que eso conlleva. En el castillo corría la historia real de quien era
Wulfhar, sabían que no fue engendrado por mi padre, era hijo del primo de su
esposa, quién murió a manos de una esclava del placer. Cuando descubrí todo
aquello me enfrente a Bojan, él me dijo que necesitaba pruebas y se las di.
Cada vez que Wulfhar viajaba a Alexandra y volvía a Tristán su poder era mayor.
Pero eso no era suficiente para culparle, planeé enfrentarle al rey. Fue fácil,
las mujeres siempre le gustaron mucho a mi hermanastro, él se veía a escondidas
con la esclava de placer de su padre, Tesla, tu abuela; cuando lo descubrí fue
sencillo crear la disputa. Padre e hijo se enfrentaron y Wulfhar destapó su
poder, lanzando sin darse cuenta contra el rey todos los cuchillos que había a
su alcance, uno de ellos se clavó en el hombro de Bojan, no era una herida muy
grave, hasta que la putrefacción llegó al hueso, envenenando la sangre del rey
y procurándole una dolorosa muerte. Mi padre después de lo ocurrido delegó el
gobierno de Tristán en mí. Yo desterré a Wulfhar a esta isla, después de
recibir la condena de doscientos latigazos, mis hombres abandonaron su
moribundo cuerpo en la playa, vi cómo le dejaban tirado como un el maldito
bastardo que era. Pero esta maldita isla ejerce poder sobre las personas, los
nativos de la isla ayudaron a Wulfhar y le salvaron la vida. Tres años después
invadió nuestras costas y mataron a nuestros soldados, solo con sus malas artes
y sus poderes druidas. Algunos de ellos llegaron al centro de la aldea y
violaron a varias esclavas, una de ellas fue Tundra, tu madre. La batalla duró
siete días con sus siete noches, después los atacantes desaparecieron. Pero
sembraron el caos en Tristán, plagas de insectos y roedores nos invadieron, las
gentes morían por sus mordeduras y picaduras. La pobreza en las aldeas era
extrema y yo no podía hacer nada por remediarlo, muchos de mis hombres
murieron. Svet vendió a tu madre como esclava de trabajo al castillo al ver su
abultado vientre. Naciste entre esclavos, Tundra ocultó siempre como fuiste
concebida, no quería que te mataran por ser hija del enemigo. Lo supuse cuando
empezaste a destacar entre las demás niñas y me lo confirmaste cuando pediste
enfrentarte a las guerreras en las pruebas de lucha. No me sorprendió que
fueras la vencedora, por eso despertaron las runas de tus brazaletes, runas que
siempre llevabas ya que las heredaste de tu madre. Confié en tu fuerza, en el
cariño que le tenías al pueblo de Tristán, tu odio hacia el druida que había procurado
tanto mal a tu pueblo me hizo confiar en ti, tu atractivo cuerpo y tu bello
rostro eran más que suficiente para que Wulfhar cayera, sé que él tomó tu
virginidad con engaños y que te cedió de alguna manera su máximo poder, lo noto
en ti.
Vinsnja se levantó del lecho mirándole.
—Si eres capaz de sentir eso en mí, es porque de algún
modo tú también tienes un vínculo con esta isla. —Sacó ella en conclusión.
—Inteligente zorra, yo soy el hijo de la mujer de mi
abuelo, sí, Bojan tomo por la fuerza a la que era compañera de su enemigo, el
rey de Alexandra.
Ella negaba con la cabeza, Drako era un druida al igual
que Wulfhar, su cabeza ordenaba cada historia en su sitio, situando a todos en
su lugar.
—Ahora que ya lo sabes todo, no saques más conclusiones y
libérate de esas sucias ropas, quiero follarte hasta que mi semilla engendre en
ti un nuevo druida, lleno de los poderes de Wulfhar y los míos, —Vinsnja puso
una mano en su vientre—, no temas, no
vivirás para verlo, no le gestarás entero ya que abriré tu vientre en el
momento que sepa que ya no sangras y me comeré la criatura, así seré el único
el más poderoso de todos los druidas y el rey del mundo entero.
Drako la sujetó por los ante brazos, tocando las runas,
estas le quemaron las manos, pero no cejó en su empeño, la guerrera luchaba
contra él. Pero el príncipe estaba ansioso y era el doble que ella, en su furia
lanzo un puño contra la cara de Vinsnja tirándola al suelo. Después lio una
mano en su largo cabello y la llevó arrastras hasta la cama. Aturdida por el
golpe, la joven dio la vuelta a su dolorido cuerpo por encima del lecho y cayó
al suelo. Drako se tiró encima de ella destrozando lo que quedaba de sus ropas,
mientras con una mano la sujetaba por el cuello. Chilló cuando la mano libre de
su atacante rompía sus mayas, sintió náuseas al notar esa mano explorando entre
sus piernas, ella no dejaba de darle golpes en la cara y los brazos, la lucha
era agotadora y él apretaba más su garganta impidiéndola respirar. Drako logró
abrirle las piernas y soltó su cuello, necesitaba las dos manos para sujetarle
las caderas y penetrarla. Fue entonces cuando Vinsnja se agarró a uno de los
mástiles de ébano que sostenían la cama.
—No tienes poder sobre mí. —Gritó sin saber por qué.
Una sombra negra les rodeó, dejando la habitación a
oscuras. Drako se puso mucho más tenso, estaba a punto de poseer el cuerpo de
esa zorra, tan solo tenía que arremeter contra ella y dejarse llevar por el
placer para derramarse en su interior y llegar a ser el Dios que quería.
Pero una voz le detuvo.
— ¿A qué esperas hermano? Clávate en ella, gózala como
debes.
Vinsnja jadeaba y empujaba con todas sus fuerzas a Drako.
—Ni muerto me vas a dejar acabar con todo de una maldita
vez, —diciendo esto embistió con su falo a la joven, entrando en ella de golpe.
La guerrera grito por el dolor.
—Mira Wulfhar la estoy follando como se merece, la estoy
destrozando por dentro, —volvió a embestirla de nuevo haciéndola gritar—, la
preñaré y me comeré su feto.
Aquella sombra se materializó dejando ver la figura de un
hombre debajo de la capa, la capucha ocultaba su rostro. Pero él dejó caer la
capa hacia atrás dejando ver quien era. Extendió una mano con fuerza hacia
Drako lanzando a este al otro lado de la estancia, después elevó a Vinsnja
atrayéndola hacia él. Drako se incorporó al momento y se enfrentó a Wulfhar.
—Dame a mi esclava. —Vociferó.
—No, no puedo permitir tu sádico crimen, —cogió por el
cuello a la joven y la llevó hasta la arcada—, solo tengo que empujarla y la
batalla será entre tú y yo.
Vinsnja le miraba aterrada.
—Mátala, no la necesito, —fingió no importarle—, solo
destruyéndote a ti obtendré el mismo poder.
—Cómo desees príncipe, —miró a Vinsnja, la atrajo hasta
él y la beso devorando su boca, dejándola sin aliento, después la separó de él
con determinación—. Gracias por el placer ingenua guerrera, —diciendo esto la
empujó al vacío.
El grito de Vinsnja le rompía por dentro, podía sentir la
caída, el dolor y la muerte de ella. Su cuerpo se estremeció por dentro al
sentir como se paraba el corazón de la joven. Pero su aspecto era impasible,
sin delatar su debilidad.
Drako corrió hasta la arcada y vio como el cuerpo de la
mujer se estampaba contra el suelo de piedra y quedaba sin vida, la sangre
comenzó a manar de su cabeza. Se volvió contra Wulfhar, quien no dejaba de
sonreír.
—Morirás. —Gritó el príncipe entre dientes.
—Mátame. —Extendió los brazos—, pero si lo que quieres es
el poder te lo regalo, —sacó una de las dagas de su cinturón y se cortó en el
interior del brazo derecho, dejando caer la sangre dentro de la pila de mármol—.
Quieres el poder, pues tómalo, es todo tuyo.
Wulfhar agarró de la mano a su hermanastro
introduciéndola junto a la suya en el agua, una extraña energía llena de luz
recorrió su cuerpo llegando hasta su mano y desembocando en la pila de agua.
Esto provocó que el poder llegara hasta Drako. El agua se elevó como en una ola
de fuego llegando hasta el techo de la habitación y expandiéndose por toda
ella.
—La sangre que da la vida, que te de la muerte. —Gritó
Wulfhar soltando a Drako.
En segundos el cuerpo de príncipe fue envuelto en llamas,
los gritos de este se oían por toda Alexandra. Ahora el verdadero mal
desaparecía destruido por el máximo poder, el que deseaba Drako.
Las llamas lo devoraban todo, ahora Isla Alexandra
volvería a ser esa hermosa tierra que fue en un principio. Wulfhar cogió su
capa y se envolvió en ella haciéndose viento para aparecer al lado del cuerpo
sin vida de Vinsnja. Estaba escrito, ella debía morir y así salvar a todos los
demás. El druida nunca había derramado una lágrima por nadie, pero ahora con el
cuerpo de la guerrera en sus brazos lloraba su sacrificio y se maldecía por su
muerte.
Caminó con ella en brazos hasta llegar a la cabaña donde
la vio y sintió por primera vez, la tumbó en el catre y tapó su cuerpo desnudo
con su capa. Pensando en lo que había ocurrido con Drako, su sangre maldita
había acabado con él, pero igual podía darle vida a ella de nuevo. Aquello era
una tontería, lo intentaría de todos modos ya que no tenía nada que perder, Vinsnja
estaba muerta. Se cortó en la palma de su mano izquierda y dejó caer su sangre
en la herida de su cabeza, unas gotas cayeron cerca de los labios de ella.
—La sangre es la vida… —su voz se acalló, pues sentía
dolor ante su cuerpo sin vida.
Intentó limpiar la sangre que había caído cerca de sus
labios, pero fue peor ya que se extendió dentro de su boca, sin darle más
importancia la tapó de nuevo con su capa y se sentó a su lado. Velaría su
cuerpo hasta el amanecer, sino despertaba cavaría en el suelo una fosa y él
mismo la enterraría.
La mañana llegó y ella seguía inerte. Salió de la cabaña
y comenzó a cavar la tumba. El sol expandía su calor haciendo sudar a Wulfhar.
Dentro de la cabaña un halo de luz se posó en los ojos de
Vinsnja, ella levantó una mano para protegerse de la luz, abriendo los ojos se
incorporó, se sentía algo mareada, como si hubiese estado durmiendo mucho
tiempo, se quedó sentada unos minutos reconociendo la cabaña. En esos momentos
todo lo acontecido pasó ante sus ojos, acabando justo al verse caer y
estrellarse contra el suelo de piedra del castillo. Movió la cabeza despacio y
notó una leve hinchazón, se limpió las lágrimas y poniéndose de pie salió
despacio de aquel lugar. La luz era diferente, ya no había oscuridad y la yerba
volvía a ser verde y el cielo azul. Vio a Wulfhar cavando, se acercó a él y
puso una mano en su hombro.
—Espero que ese hoyo sea para hacer un pozo y no una
fosa. —Le dijo seria.
Wulfhar se volvió de inmediato y abrazándola contra él, la
beso con pasión.
—Es para un pozo, lo necesitaremos para establecernos
aquí y criar juntos a nuestros hijos.
—Buena respuesta, pero aún no te he dicho que sí. —Se
soltó de su abrazo.
—Me dirás que sí, lo sé, —rio—, te casarás conmigo y
tendremos diez hijos.
— ¡Diez! —Exclamó ella—, me niego si acaso cinco.
—Me acabas de decir que sí. —La abrazó con fuerza.
—¿Y Drako? —Inquirió.
—Ya es historia, todo acabó princesa.
—¿Tus poderes también?
—Están ahí, soy un druida y eso no lo puedo cambiar, sólo
dejaré que fluya la luz en mí, no más oscuridad guerrera, no más luchas.
—Sonrío.
Vinsnja le besó en los labios.
El la alzó en sus brazos y se encerraron en cabaña, dando
rienda suelta a la pasión y comenzar a hacer el primero de sus… cinco hijos.
FIN
OSCURA FORASTERA
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